martes, 25 de julio de 2017

Poemas de Drummond de Andrade

Música

Una cosa triste en el fondo de la sala.
Me dijeron que era Chopin.
La mujer de brazos redondos que no muslos
martillaba en la dentadura dura
bajo el lustre complaciente.
Yo consideré las cuentas que era preciso pagar;
los pasos que era preciso dar;
las dificultades...
Encuadré a Chopin en mi tristeza
y en la dentadura amarilla y negra
mis cuidados volaron como mariposas.


(De Alguna poesía; 1930)



Los hombros soportan el mundo

Llega un tiempo en que no se dice más: Dios mío.
Tiempo de absoluta depuración.
Tiempo en que no se dice más: amor mío.
Porque el amor resultó inútil.
Y los ojos no lloran.
Y las manos tejen apenas el rudo trabajo
y el corazón está seco.

En vano las mujeres golpean a la puerta, no abrirás.
Quedaste solo, la luz se apagó,
mas en la sombra tus ojos resplandecen enormes.
Eres todo certeza, ya no sabes sufrir.
Y nada esperas de tus amigos.

Poco importa que venga la vejez, ¿qué es la vejez?
Tus hombros soportan el mundo
y él no pesa más que la mano de un niño.
Las guerras, las hambres, las discusiones dentro de los edificios
prueban apenas que la vida prosigue

y no todos se libertarán aún.
Algunos, hallando bárbaro el espectáculo,
preferirían (los delicados) morir.
Llegó un tiempo en que no se anticipa morir.
Llegó un tiempo en que la vida es una orden.
La vida apenas, sin mistificación.

(De Sentimiento del mundo; 1935-1940)



Cota cero

STOP.
¿La vida paró
o fue el automóvil?


(De Alguna poesía; 1930)



Un son de vida resonando

De los héroes que cantaste, ¿qué quedó sino la melodía de tu canto?
Las armas en herrumbre se deshacen, los barones en la sepultura dicen nada.
Y tu verso, tu rudo y tu suave balance de consonantes y vocales,
tu ritmo de océano sufriendo que los recordará aún y siempre recordará.
Tú eres la historia que narraste, no el simple narrador.
Ella persiste más en tu poema que el tiempo neutro,
universal sepulcro de la memoria.
Bardo, fuiste de los dioses más que de las ninfas, las ondas en furor,
cielos en delirio, astucias, plagas, guerras y codicias,
lodoso material fundido en oro.
Multisexual germinador de asombros, en la hoja blanca
viniste demostrando lo que a los hombres,
en la lucha contra el destino, cabe tentar, cabe vencer,
perder, y en esto se resume la irresumible condición
humana en el eterno juego sin sentido mayor que el de jugar.
Y cuando de altos hechos te entendías y volvías al común
sufrir pedestre del desamado, no te veo
a ti perdido de nostalgias y desdenes.
Luis, hombre extraño, que por el verbo es, más
que un amador del propio amor palpitante, olvidado,
revoltoso, sumiso, renaciente, refloreciendo
en cien mil corazones multiplicado.
Es el lenguaje. Dolor particular que deja existir
para hacerse dolor de todos los hombres, musical,
en la voz de órfico acento, peregrina.
¿Qué pájaro lascivo se intercala en la quejumbre
sutil de tu estrofa y no sabe más si es dolor,
delicia y espina, halago, y muerte, renacimiento?
¿Voluptuosidad y gemir, y del gemido destilar
la canción consoladora a cuantos de consuelo carecían
y jamás la harían por sí mismos?
(¡Maldito día de nacer que en bendiciones para
nosotros se convirtió!)
Ya tengo una palabra preescrita que todo
expresa cuanto en mí se turba.
Por los antiguos y por los venideros, fuiste discurso
de general amor.
Camões —¡oh son de vida resonando en cada
sílaba tuya trémula de amor y guerra
y sueño entrelazados!


(De La rosa del pueblo; 1941)



Paso del año

El último día del año
no es el último día del tiempo.
Otros días verás
y nuevas cosas y vientres te comunicarán el calor de la vida.
Besarás bocas, rasgarás papeles,
harás viajes y tantas celebraciones
de aniversario, licenciatura, promoción, gloria, dulce muerte
con sinfonía y coral,
que el tiempo dejará repleto y no escucharás el clamor,
los irreparables aullidos del lobo, en la soledad.

El último día del tiempo
no es el último día de todo.

Deja siempre una franja de vida
donde se sientan dos hombres.
Un hombre y su contrario,
una mujer y su pie,
un cuerpo y su memoria,
un ojo y su brillo, una voz y su eco,
y quién sabe si hasta Dios...

Recibe con simplicidad este presente del acaso.
Mereciste vivir más de un año.
Desearías vivir siempre y agotar la borra de los siglos.
Tu padre murió, tu abuelo también.
En ti mismo muchas cosas ya expiraron, otras esperan la muerte,
mas estás vivo. Todavía una vez estás vivo,
y del copo en la mano esperas amanecer.

El recurso de embriagarse.
El recurso de la danza y del grito,
el recurso de la bola coloreada,
el recurso de Kant y de la poesía,
todos ellos... y ninguno resuelve.

Surge la mañana de un nuevo año. Las cosas están limpias, ordenadas.
El cuerpo gastado se renueva en espuma.
Todos los sentidos alertas funcionan.
La boca está comiendo vida.
La boca está tapada de vida.
La vida te escurre en la boca,
ensucia las manos, la calzada.
La vida es gorda, grasienta, mortal, subrepticia.


(De La rosa del pueblo; 1941)



Esas cosas

“Usted no está más en la edad de sufrir por esas cosas”.

Hay entonces la edad de sufrir
¿es la de no sufrir más por esas, esas cosas?

¿Las cosas sólo debían acontecer
para hacer sufrir
en la edad propia de sufrir?

¿O no se debía sufrir
por las cosas que causan sufrimiento
pues venían fuera de hora, y la hora es calma?

¿Y si no estoy más en la edad de sufrir
es porque estoy muerto, y muerto
es la edad de no sentir las cosas, esas cosas?


(De Las impurezas del blanco; 1973)

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