viernes, 1 de diciembre de 2017

No hay tal sentido, pero los reflejos falsos son la única realidad anterior a la impaciencia de sí mismo. Tal vez sólo cuente la idea del tránsito... la necesidad de que los días, en su singularidad memorable, burlen la simetría voraz de la indiferencia. Un fenómeno de la atención, posiblemente. Pero elige: o el aturdimiento o la desesperación. Yo prefiero el extrañamiento.

sábado, 14 de octubre de 2017

Debería decirse "se piensa" así como se dice "se nubla". Decir cogito es demasiado cuando se lo traduce por "yo pienso".
Georg Christoph Lichtenberg.

No debe decirse: "El hombre piensa"/ así como no se dice: "La casa llueve"/ sino: "La casa se llueve"./ Entonces debe decirse: "El hombre se piensa".
Juan Luis Martínez

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miércoles, 27 de septiembre de 2017

Ingeborg Bachmann

Adonde nos dirijamos bajo la tormenta de rosas,
las espinas iluminan la noche, y el trueno
de las hojas, antes tan silenciosas en los arbustos,
nos sigue ahora muy de cerca.

Ingeborg Bachmann, Bajo la tormenta de rosas



Usados en común: estaciones del año, libros y una música.
Las llaves, los boles de té, la panera, sábanas y una
cama.
Un ajuar de palabras, de gestos, traídos, empleados,
gastados.
Un reglamento de casa observado. Dicho. Hecho. Y
siempre alargada la mano.
De inviernos, de un septeto vienés y de veranos me he
enamorado.
De mapas, de un poblacho de montaña, de una playa y de una cama.
Con fechas he hecho un culto, promesas he declarado
irrevocables,
he adornado un algo y he sido devota delante de una nada,
(-de un periódico doblado, de las cenizas frías, del
papel con un apunte)
impávida ante la religión, porque la iglesia era esta cama.
De la vista de un lago surgió mi pintura inagotable.
Desde el balcón había que saludar a los pueblos, mis
vecinos.
Junto al fuego de la chimenea, en la seguridad, mi
cabello tenía su color más intenso.
La llamada a la puerta era la alarma para mi alegría.
No te he perdido a ti,
sino al mundo.

Ingeborg Bachmann, Una especie de pérdida.
Pensar es, en principio, ver y hablar, pero a condición de que el ojo no se quede en las cosas y se eleve hasta las “visibilidades”, a condición de que el lenguaje no se quede en las palabras o en las frases y alcance los enunciados. El concepto es lo que impide que el pensamiento sea simplemente una opinión, un parecer, una discusión, una habladuría. Todo concepto es, forzosamente, paradoja.
Después, pensar es poder, es decir, tejer relaciones de fuerzas. El pensamiento capta el devenir, dice los acontecimientos que lo pueblan: expresa lo nuevo.
El pensamiento es un pensamiento–artista. El pensamiento como realización de lo nuevo afirma el devenir. Lo que violenta al pensamiento y lo obliga a pensar, ese algo es lo que Deleuze llama el signo. El signo es un afecto, una afectación sobre la superficie de la subjetividad a nivel del pensamiento y del cuerpo de sensaciones. El signo presiona y ejerce violencia sobre el pensamiento para que éste pueda pensar. Si partimos de que el pensamiento no es una función natural, y si el pensamiento como una facultad no es aún una capacidad de pensar, ésta facultad de pensar requiere de una fuerza externa, del afuera, que produzca una ruptura en la membrana del mundo de la representación y abra una profundidad, una grieta; es a partir de esta fuerza que el pensamiento adquiere la posibilidad de pensar, para esto es necesario poder tener la sensibilidad que nos permita dejarnos tocar, afectar por los signos.
El signo siempre implica, envuelve y se expresa.
El signo es fuerza, es afecto y es potencia.
El pensamiento produce velocidades y lentitudes y es inseparable de las velocidades y las lentitudes que produce. Tenemos una velocidad del concepto, tenemos una lentitud del concepto. El pensamiento como pensar busca el movimiento, una violencia que posibilita seguir pensando; no se sigue pensando porque algo falta, sino que el movimiento mismo del pensar es lo que hace seguir pensando lo aún no pensado. ¿De quién se dice “va rápido, no va rápido”, “se desacelera, se precipita, se acelera”? eso se dice de los cuerpos. Cada cuerpo, es una relación de velocidades y de lentitudes. Abrir el cuerpo a conexiones, agenciamientos, circuitos, conjunciones, niveles y umbrales, pasos y distribuciones de intensidad, territorios y desterritorializaciones, es un acto de pensamiento.
Dadme, pues, un cuerpo: ésta es la fórmula de la inversión filosófica. El cuerpo ya no es el obstáculo que separa al pensamiento de sí mismo, lo que este debe superar para conseguir pensar. Por el contrario, es aquello en lo cual le pensamiento se sumerge o debe sumergirse, para alcanzar lo impensado, es decir la vida.
Ya no haremos comparecer la vida ante las categorías del pensamiento, arrojaremos el pensamiento en las categorías de la vida. Las categorías de la vida son precisamente, las actitudes del cuerpo, sus posturas. Pensar es aprender lo que puede un cuerpo no pensante, su capacidad, sus actitudes y posturas.

Gilles Deleuze, La imagen-tiempo. Estudios sobre cine 2

Prologo (…) de “La imagen-movimiento. Estudios sobre cine.” Gilles Deleuze

“Hemos pensado que los grandes autores de cine podían ser comparados no solo con pintores, arquitectos, músicos, sino también con pensadores. Ellos piensan con imágenes-movimiento y con imágenes-tiempo, en el lugar de conceptos. La enorme proporción de ineptitud en la producción cinematográfica no es una objeción: no es mayor que en otros terrenos, aunque tenga consecuencias económicas e industriales sin parangón. Los grandes autores de cine son, únicamente, más vulnerables: impedirles realizar su obra es infinitamente más fácil. La Historia del cine es un prolongado martirologio. Pero, aun así, el cine forma parte de la historia del arte y del pensamiento, bajo las insustituibles formas autónomas que esos autores supieron inventar y, a pesar de todo, hacer viables. //
Gilles Deleuze  “La imagen-movimiento. Estudios sobre cine 1. 1982”
Fue el año pasado, en diciembre. La vanguardia finlandesa, tras dejar atrás el bosque de Vuoksi, se asomó al umbral del vasto y salvaje bosque de Raikkola. El bosque rebosaba de tropas rusas. Casi todas las unidades soviéticas de artillería del sector septentrional del istmo de Carelia, para escapar del embate de los soldados finlandeses, se habían dirigido hacia el Ladoga con la esperanza de poder embarcar armas y caballos y trasladarlos a lugar seguro por el lago. Pero las gabarras y los remolcadores soviéticos tardaban en llegar, cada hora de retraso podía ser fatal pues el frío era intenso, rabioso, el lago podía helarse de un momento a otro, y las tropas finlandesas, formadas por destacamentos de sissit, se dejaban ver ya por los meandros del bosque y hostigaban a los rusos por todas partes, acometiéndolos por los flancos y la retaguardia.
Al tercer día se declaró un tremendo incendio en el bosque de Raikkola. Acorralados en un círculo de fuego, hombres, caballos y árboles proferían unos gritos terribles. Los sissit pusieron sitio al incendio, disparando contra el muro de llamas y humo y cerrando toda posible vía de escape. Enloquecidos por el pánico, los caballos de la artillería soviética, casi un millar, se arrojaron a las llamas para romper el asedio del fuego y las ametralladoras. Muchos perecieron entre las llamas, pero una gran parte alcanzó la orilla del lago y se arrojó al agua.
El lago era poco profundo en ese punto, no más de dos metros; sin embargo, a un centenar de pasos de la orilla el fondo cae a pico. Comprimidos en aquel breve espacio (en ese punto del Ladoga, la margen describe una curva, formando un breve recodo), entre las aguas profundas y la muralla de fuego, los caballos se apiñaron temblando de frío y miedo, asomando la cabeza fuera del agua. Los más cercanos a la orilla, con las llamas rozándoles el lomo, se encabritaban y montaban sobre sus compañeros, en un intento por abrirse paso a bocados y coces. En el fragor del tumulto se vieron sorprendidos por el hielo.


--
En ningún lugar de Europa se me habían mostrado los alemanes tan desnudos, tan al descubierto, como en Polonia. En el transcurso de mi larga experiencia bélica, me había ido persuadiendo de que los alemanes no les tienen ningún miedo a los hombres fuertes, a los hombres armados que se les enfrentan con valor y les plantan cara. Los alemanes tienen miedo de los indefensos, de los débiles, de los enfermos. El tema del «miedo», de la crueldad alemana como efecto del miedo, se había convertido en el asunto fundamental de toda mi experiencia. Quien sabe mirar ese «miedo» con inteligencia moderna y cristiana, se ve movido a la piedad y al terror; y nunca antes ese miedo había suscitado en mí tanta piedad y tanto terror como entonces en Polonia, donde se me presentaba en toda su complejidad el elemento morboso, femenino, de su naturaleza. Lo que induce a los alemanes a la crueldad, a los actos más fría, más metódica, más científicamente crueles, es el miedo. El miedo a los oprimidos, a los indefensos, a los débiles, a los enfermos, el miedo a los ancianos, a las mujeres, a los niños, el miedo a los judíos. Y por más que se empeñen en esconder este «miedo» misterioso, se ven siempre destinados a acabar hablando de él, y siempre en los momentos más inoportunos, sobre todo en la mesa, donde, ya por el calor del vino y la comida, ya por la confianza en sí mismos que les infunde el no sentirse solos, ya por la inconsciente necesidad de demostrarse que no tienen miedo, los alemanes se descubren y se entregan a departir sobre hambre, fusilamientos y masacres con una complacencia morbosa que revela no sólo rencor, celos, amor frustrado y odio, sino también una indómita abyección, maravillosa y digna de piedad. La misteriosa nobleza de los oprimidos, los enfermos, los débiles, los indefensos, los ancianos, las mujeres y los niños es percibida, sentida, envidiada y temida más por los alemanes que probablemente por ningún otro pueblo de Europa. Y por eso se vengan. En la arrogancia y la brutalidad de los alemanes late una especie de anhelante humillación; en su despiadada crueldad, una honda necesidad de autodenigración; en su misterioso «miedo», una indómita abyección.

Curzio Malaparte, Kaputt

martes, 26 de septiembre de 2017

No eres tú. Es cualquiera. A veces no quiero a nadie alrededor. Algunas tardes me tumbo en mi cama y la luz entra a través de las contraventanas y se refleja en el suelo y creo que nunca más querré salir de mi habitación.
Joan Didion
Run, River
Explicar eso: horas de la mañana, mediodía, luego del anochecer viniendo, luego las horas de la nocheJames Joyce, Ulises 

"Era de noche, y cayó la lluvia, y, cayendo, era la lluvia, pero, después, de haber caído, era sangre. Y yo me paré en la laguna entre los extensos nenúfares, y la lluvia caía sobre mi cabeza y los nenúfares suspiraban uno al otro en la solemnidad de su desolación".
Edgar Allan Poe, "Silencio-Una fábula"
“Se deslizaron rápidamente en una intimidad de la que nunca se recuperaron”. F. Scott Fitzgerald, A este lado del paraíso
O sea, estar con ella y no al lado de ella. Más todavía: estar en ella, metido en cada uno de sus intersticios, de sus células, de sus pasos, de sus sentimientos, de sus ideas; dentro de su piel, encima y dentro de su cuerpo, cerca de aquella carne ansiada y admirada. Con ella dentro de ella: una comunión y no una simple, silenciosa y melancólica cercanía.
Ernesto Sabato
Sobre Héroes y Tumbas
Cuanto más tiendes los brazos hacia el mundo, más se retira. Nadie quiere amor auténtico, odio auténtico. Nadie quiere que metas la mano en sus sagradas entrañas … si te ríes cuando los otros ríen y lloras cuando los otros lloran, en ese caso tienes que prepararte para morir como ellos mueren y para vivir como ellos viven. Eso significa estar en lo cierto y llevar la peor parte al mismo tiempo. Significa estar muerto, cuando estás vivo, y estar vivo sólo cuando estás muerto. Nada es cierto ni falso, el pensamiento es el que hace que lo sea. Y cuando te empujan más allá del límite, tus pensamientos te acompañan y no te sirven de nada.
Henry Miller
Trópico de Capricornio
“Así empieza lo malo y lo peor queda atrás”, eso es lo que dice la cita de Shakespeare que Muriel había parafraseado  para referirse al  beneficio o la conveniencia, al  perjuicio comparativamente menor, de renunciar a saber lo que no se puede saber.
Javier Marías
Así empieza lo malo
Como asqueada 
de este mundo, 
se va la mariposa.
Mi expediente amoroso es una colección de principios. Un paisaje definitivamente inacabado que se extiende entre excavaciones inundadas, cimientos al aire libre y estructuras en ruina; una necrópolis interior que ha estado en obra negra desde que recuerdo. Cuando te conviertes en coleccionista de inicios también puedes corroborar, con precisión casi científica, la poca variabilidad que tienen los finales. Estoy condenada, particularmente, a la renuncia. Aunque, en realidad, no hay mucha diferencia, todas las historias terminan bastante parecido. Los conjuntos se intersectan más o menos igual y lo único que cambia es el punto de vista desde el que te toca ver: la renuncia es voluntaria, el consenso es la menos común de las opciones, y el abandono es una imposición. […]
Verónica Gerber Bicecci
Conjunto vacío
La soledad no viene de no tener gente alrededor de uno, sino de ser incapaz de comunicar lo que para uno es importante, o de mantener ciertos puntos de vista que otros consideran inadmisibles.
Carl Gustav Jung
Hacer un agujero
a través de
una piedra
hilvanarla
llevarla colgada
anuncia inmortalidad
la piedra puede ser
lenguaje
el agujero, poesía.

John Berger
Poesía (1955-2008).
La conversación de una mujer amada es como un suelo que cubre un agua subterránea y peligrosa. Siempre se siente detrás de las palabras la presencia, el frío penetrante de un charco invisible; se percibe acá y allá su pérfido goteo, pero el agua permanece oculta.

Marcel Proust
En busca del tiempo perdido 4. Sodoma y Gomorra
«¿Cuál es la utilidad o la función de la poesía en la actualidad?» es una pregunta no menos dolorosa aunque la hagan con insolencia tanta gente estúpida o la respondan con disculpas tanta gente necia. La función de la poesía es la invocación religiosa de la Musa; su utilidad es la experiencia de una mezcla de exaltación y de horror que su presencia suscita.
(…)
La Diosa es una mujer bella y esbelta con nariz aguileña, rostro pálido como la muerte, labios rojos como bayas de serbal silvestre, ojos pasmosamente azules y larga cabellera rubia; se transformará súbitamente en cerda, yegua, perra, zorra, burra, comadreja, serpiente, lechuza, loba, tigresa, sirena o vieja repugnante. Sus nombres y títulos son innumerables. En los relatos de fantasmas aparece con frecuencia con el nombre de la «Dama Blanca», y en las antiguas religiones, desde las Islas Británicas hasta el Cáucaso, como la «Diosa Blanca». No recuerdo ningún verdadero poeta, desde Homero en adelante, que, independientemente, no haya dejado constancia de su experiencia de ella. Se podría decir que la prueba de la visión de un poeta es la exactitud de su descripción de la Diosa Blanca y de la isla sobre la que gobierna. La razón por la cual los pelos se erizan, los ojos se humedecen, la garganta se contrae, la piel hormiguea y un escalofrío recorre la espina dorsal cuando se escribe o se lee un verdadero poema es porque un verdadero poema es por necesidad una invocación a la Diosa Blanca, o Musa, la Madre de Todo Viviente, el antiguo poder del terror y la lujuria -la araña hembra o la abeja reina cuyo abrazo significa la muerte.
Robert Graves
La Diosa Blanca
Cuando los bordes de las civilizaciones se tocan y se superponen, se producen sacudidas. Uno de estos seísmos tuvo lugar en Occidente cuando el borde de la civilización griega tocó el borde de la civilización romana y el sistema de sus ritos: cuando la angustia erótica se convirtió en fascinatio y la risa erótica en el sarcasmo del ludibrium.

Pascal Quignard
El sexo y el espanto
Aunque cierre los ojos y sueñe de noche, aunque los abra y observe atentamente las cosas reales a la luz resplandeciente del sol, aunque su mirada se aleje y se extravíe, o vuelva los ojos al libro que tiene entre las manos, aunque espíe una película sentado en la oscuridad o se quede absorto mirando un cuadro, el hombre es una mirada deseante que busca otra imagen detrás de todo lo que ve.
La fascinación es la percepción del ángulo muerto del lenguaje. Por eso la mirada es siempre oblicua.

Pascal Quignard, El sexo y el espanto.
Ninguna tiene tanto éxito como La Que No Está.
Aunque todavía es joven, muchos años de práctica consciente la han perfeccionado en el sutilísimo arte de la ausencia. Los que preguntan por ella terminan por conformarse con otra cualquiera, a la que toman distraídos, tratando de imaginar que tienen entre sus brazos a la mejor, a la única, a La Que No Está.

Ana María Shua, Casa de geishas.
La seducción de los ojos. La más inmediata, la más pura. La que prescinde de palabras, sólo las miradas se enredan en una especie de duelo, de enlazamiento inmediato, a espaldas de los demás, y de su discurso: encanto discreto de un orgasmo inmóvil y silencioso. Caída de intensidad cuando la tensión deliciosa de las miradas luego se rompe con palabras o con gestos amorosos. Tactilidad de las miradas en la que se resume toda la sustancia virtual de los cuerpos (¿de su deseo?) en un instante sutil, como en una ocurrencia –duelo voluptuoso y sensual y desencarnado al mismo tiempo– diseño perfecto del vértigo de la seducción, y que ninguna voluptuosidad más carnal igualará en lo sucesivo. Esos ojos son accidentales, pero es como si estuvieran posados desde siempre en usted. Privados de sentido, no son miradas que se intercambian… signos puros, intemporales… Todo sistema que se absorbe en una complicidad total, de tal modo que los signos ya no tienen sentido, ejerce por eso mismo un poder de fascinación extraordinario.

Jean Baudrillard, De la seducción.
Durante muchos años, el verdadero deseo de Seikichi fue hallar una hermosa mujer de piel resplandeciente en la cual tatuar su propia alma.

Junichiro Tanizaki
Cuentos de amor
Las conversaciones suelen reducirse a comentar y censurar la manera de ser y el comportamiento del prójimo y esto ha sido lo que me ha llevado a renunciar de manera rotunda a la vida social.

Doctor Isak Borg, personaje de Fresas salvajes, 1957

Frotar dos cuerpos como pedernales hasta que la infinitud chispea su tormento.


Imre Kertész
Soy inquieta y áspera y desesperanzada. Aunque amor dentro de mí, eso sí lo tengo. Pero no sé usar el amor. A veces me araña como si fuese una garra.

Clarice Lispector, Agua viva.
La pasión no conoce el lenguaje de la razón, ni sus argumentos. Para una pasión, es completamente indiferente lo que reciba de la otra persona: quiere mostrarse por completo, quiere hacer valer su voluntad, incluso aunque no reciba a cambio más que sentimientos tiernos, buenos modales, amistad y paciencia. Todas las grandes pasiones son desesperadas: no tienen ninguna esperanza, porque en ese caso no serían pasiones, sino acuerdos, negocios razonables, comercio de insignificancias.

Sándor Márai
El último encuentro
Agua en la noche, serpiente indecisa,
silbo menor y rumbo ignorado:
¿Qué día nieve, qué día mar? Dime.
¿Qué día nube, eco
de ti y cauce seco?
Dime.
-No lo diré: entre tus labios me tienes,
beso te doy, pero no claridades.
Que compasiones nocturnas te basten
y lo demás a las sombras
déjaselo, porque yo he sido hecha
para la sed de los labios que nunca preguntan.

Pedro Salinas
Agua en la noche
-Estos últimos meses he tenido los sueños más extravagantes. Sencillamente ridículos. (…) Es como yo si quisiera decirme algo a mí mismo. Algo que despierto no quiero oír.-¿Ah, sí? ¿Y qué es?-Que ya estoy muerto, aunque todavía vivo.
Ingmar Bergman (dir.)
Fresas salvajes, 1957
En realidad no me arrepiento de nada excepto de eso. Quería escribir sobre ti, sobre nosotros en realidad. ¿Me entiendes? Quería escribir sobre todo, sobre la vida que tenemos y las vidas que hubiéramos podido tener. Quería escribir sobre todas las formas posibles de morir.
Las horas. Michael Cunnigham
Cada vez que alguien dice: “es normal”, un fruto se seca y se arroja desde lo alto de un árbol, un niño se adormece sin desearlo y una conversación queda interrumpida para siempre.
Carlos Skliar
Hablar con desconocidos
Lo que sucede es que no sucede nada.
Mis heridas ya no sanan
y tampoco se infectan.

Diane di Prima
Salgo, cuando me place,
a dar un paseo solo,
y es un deleite inefable.

Llego hasta donde termina el arroyo.
Sentado, miro las nubes que nacen.

Wang Wei, siglo VIII
En: Trescientos poemas de la dinastía Tang
Es como si un instinto la hubiera advertido de que, ante él, debía decir yo, solamente yo, que él estaba fascinado por esta palabra ligera sobre la que ella misma tenía pocos derechos y que ella pronunciaba de tal modo que designaba casi a algún otro. Quizá todos los “yo” le hacían señas; quizá, por esta sola palabra, cada uno tenía el poder de decirle algo importante; pero ella se la hizo más próxima, más íntima. Ella fue yo para él, y sin embargo era como un yo en abandono, un yo abierto y que no se acordaba de nadie.Este yo -es esto lo que no puedo decir- era terrible…

Maurice Blanchot, "Le dernier mot” 1936


Cualquier cosa que no existe y tiene un nombre termina por existir; en cambio, cualquier cosa que existe y no tiene un nombre termina por no existir.


Inscripciones en la arena. Silvina Ocampo
Llenar un cuaderno con pensamientos -¿pensamientos?- es como llenar un vaso de agua para que otro lo tome, pero
¿le gustará a ese otro el agua?
¿Y acaso me la pidió?
¿Dónde encontraré un sediento?
Aunque sea un vaso con el agua del río turbio, le agradará.

Silvina Ocampo. Ejércitos de la oscuridad
Y en ese espantoso estado de ánimo me pasaba horas y días mirando a la pared, me atormentaba el espíritu y aprendía poco a poco a comprender lo horrible que es que incluso la tarea o el deber más nimio, como, por ejemplo, ordenar un cajón de cosas diversas, pueda ser superior a nuestras fuerzas. Era como si alguna enfermedad ya latente en mí se dispusiera a declararse, como si algo desmoralizador y obstinado se hubiera metido en mi interior y, poco a poco, lo paralizara todo. Sentía ya tras mi frente la infame apatía que precede al desmoronamiento de la personalidad, sospechaba que en realidad no tenía memoria ni capacidad intelectual, ni una verdadera existencia, que durante toda mi vida sólo me había ido extinguiendo y apartando del mundo y de mí mismo.

W. G. Sebald, Austerlitz.

lunes, 25 de septiembre de 2017

“Yo moriré antes de que la Nada llegue aquí, pero tú serás tragado por ella. Es una gran diferencia. La historia de quien muere antes termina, pero la tuya continuará sin fin, en calidad de mentira”. 

                         Gmork a Atreyu en la fantástica novela "La historia interminable", de Michael Ende. 
Pensaba en los misterios de la letra escrita, en esas hebras negras que se enlazan y desenlazan sobre anchas hojas afiligranadas de balanzas, enlazando y desenlazando compromisos, juramentos, alianzas, testimonios, declaraciones, apellidos, títulos, fechas, tierras, árboles y piedras; maraña de hilos, sacada del tintero, en que se enredaban las piernas del hombre, vedándole caminos desestimados por la Ley; cordón al cuello, que apretaban su sordina al percibir el sonido temible de las palabras en libertad. Su firma lo había traicionado, yendo a complicarse en nudo y enredos de legajos. Atado por ella, el hombre de carne se hacía hombre de papel

A. Carpentier, "Viaje a la semilla".
Tlön será un laberinto, pero es un laberinto urdido por hombres, un laberinto destinado a que lo descifren los hombres. El contacto y el hábito de Tlön han desintegrado este mundo.  http://museodelaeterna7.blogspot.cl/2017/04/del-libro-borges-y-el-teatro.html

viernes, 22 de septiembre de 2017

"En mi música, hay mucho silencio.
Hay sobre todo silencio.
Hay ante todo un silencio que tiene que ocupar un lugar.
El silencio es mi voz, mi sombra, mi llave... signo que no me agota que en mí se
nutre.
Se extiende, se despliega, me bebe, me consume."
Henri Michaux

"Los inacabados"
Henri Michaux

Rostro que no dice que no ríe
que no dice ni sí ni no.
Monstruo.
Sombra.
Rostro que tiende,
que va,
que pasa,
que lentamente hacia nosotros brota...
Rostro perdido.

¿Y mi cuerpo? José Lezama Lima

¿Y mi cuerpo?

Me acerco
y no veo ninguna ventana.
Ni aproximación ni cerrazón,
ni el ojo que se extiende,
ni la pared que lo detiene.
Me alejo
y no siento lo que me persigue.
Mi sombra
es la sombra de un saco de harina.
No viene a abrazarse con mi cuerpo
ni logro quitármela como una capota.
La noche está partida por una lanza,
que no viene a buscar mi costado.
Ningún perro esmalta
el farol sudoroso.
La lanza sólo me indica
las órdenes de la luna
haciendo detener la marea.
Es la triada del colchón,
la marea y la noche.
Siento que nado dormido
dentro de un tonel de vino.
Nado con las dos manos amarradas.

¿Dónde apoyar la cabeza? Henri Michaux

¿Dónde apoyar la cabeza?
Henri Michaux

.
Un cielo
un cielo porque ya no hay tierra,
sin un ala, sin un plumón, sin una pluma de pájaro, sin un vaho

estrictamente, únicamente cielo
un cielo porque la tierra ya no está

Después de la explosión de grisú en la cabeza, el horror, la
…..desesperación
después de que ya no quedara nada, todo devastado, horadado,
…..perdida toda salida

un cielo glacialmente cielo

Ahora obstruido, atascado, atestado de restos;
cielo a causa de la migraña de la tierra
desprovista de cielo

un cielo porque ya no hay ningún lugar donde apoyar la cabeza

Atravesado, encogido, recogido, recortado, descompuesto
intermitente, irrespirable entre las explosiones y el humo
…..bueno para nada

un cielo en adelante irrecuperable

Sala De Disección José Watanabe

Sala De Disección
José Watanabe

Un cadáver puede provocar una filosofía del ensimismamiento,
sin embargo los estudiantes admirablemente estaban entusiasmados con su muerto,
lo rodeaban
y discutían con fervor la anatomía de ese cuerpo de piel coriácea.
Yo aprendía otra lección:
la vida y la muerte no se meditan en una mesa de disección.
Los estudiantes me previnieron
que iban a extraer el cerebro. Permanecí con ellos:
a veces soporto lo siniestro sin perturbarme demasiado.
No hay sofisticación instrumental para retirar un cerebro,
una modesta sierra de carpintero
cortó el cráneo a la altura de las sienes,
luego sumergieron el órgano mítico en un frasco lleno de formol.
Yo me dediqué a observarlo, solo, en otra mesa
mientras los estudiantes seguían cotejando su denso libro con el muerto.
Sorpresivamente
una burbuja brillante brotó del interior del cerebro
como un mensaje venido de la otra margen,
y no había boca que lo pronunciara.
No había boca.
La burbuja, muda, se deshizo en ese aire levemente podrido.

Papeles Blancos: José Watanabe

Papeles Blancos: José Watanabe: José Watanabe (1946-2007) tenía 61 años y numerosas obras en su haber: los poemarios “Álbum de familia” (1971), “Historia natural” (1994...

Objetos. Joaquín Giannuzzi

Hipótesis sobre objetos

La materia es excesiva y comediante
a mi alrededor fatigado. Al caer la noche
suelta a sus hijos en la habitación:
las cosas sometidas se dispersan, pierden relación
y entran en verdadera escena.
Mis manos planean, descienden a la oscuridad.
A partir de la mesa
cuadrada, cotidiana, espesa, los objetos ligados
a mi fracaso descubren su finitud
y tienden hacia una especie
de emocionada autonomía, libres
para la acción de un teatro cerrado.
Son las 10 de la noche. Pierden
sus pálidos dioses, entran
en la anarquía de un mito olvidado:
ahora se disputan el campo de apariencia
y aumentan
la presión de la realidad sobre mi cabeza volcada.



Mis objetos

Soy el amante de mis objetos,
su ventrílocuo y su mejor intérprete y su bufón.
Oh, tan altamente especializados en su
instrumentación;
tan individuales en mis inmediaciones: lápiz,
cuaderno, taza de liviano azul, cenicero, encendedor,
libro abierto en la página 120:
su humanidad privada, su carácter personal.
Fieles, nítidos, soñadores, evangélicos,
dulcemente carnales, aplastados a mi mesa y al
planeta
¿por qué les declaro que no quiero morir?
Se confían de mi cabeza sensual.

Retomando una palabra de Valéry, la sensación es lo que se transmite directamente, evitando el rodeo o la molestia de una historia por contar. Y, positivamente, Bacon no deja de decir que la sensación es lo que pasa de un "orden" a otro, de un nivel a otro, de un "dominio" a otro. Por esto la sensación es maestra de las deformaciones, agente de las deformaciones del cuerpo.  (...)
Toda la serie de espasmos con Bacon es de ese tipo, amorcillos, vómito, excremento, siempre el cuerpo que intenta escapar por uno de sus órganos, para reunirse con el color plano, la estructura material. Bacon ha dicho frecuentemente que, en el dominio de las Figuras, la sombra tenía tanta presencia como el cuerpo; pero la sombra no adquiere esa presencia más que porque escapa al cuerpo, ella es el cuerpo que escapa por tal o cual punto localizado en el contorno. Y El grito, el grito de Bacon, es la operación por la cual el cuerpo entero escapa por la boca. Todos los impulsos del cuerpo.

Gilles Deleuze, "Francis Bacon. Lógica de la sensación"
Volvamos una vez más al proceso del sentido, pues, después de todo, esto es lo que interesa, fascina e inquieta en Arcimboldo. Las «unidades» de una lengua están ahí, sobre la tela; al contrario que en el caso de los fonemas del lenguaje articulado, tienen ya un sentido: son cosas denominables: frutas, flores, ramas, peces, gavillas, libros, niños, etcétera; estas unidades, combinadas, producen un sentido unitario; pero este segundo sentido, de hecho, se desdobla: por una parte, leo una cabeza humana (lectura suficiente, ya que puedo nombrar la forma que percibo, ponerla en contacto con el léxico de mi propia lengua, en el que existe la palabra «Cabeza»), pero, por otra parte, leo también al mismo tiempo otro sentido, que procede de una región diferente del léxico: «Verano»,«Invierno», «Otoño», «Primavera», «Cocinero», «Calvino», «Agua», «Fuego»; ahora bien, este sentido propiamente alegórico no es concebible sin la referencia al sentido de las primeras unidades: son los frutos los que hacen el Verano, los tocones de madera seca los que hacen el Invierno, los peces los que hacen el Agua. Así pues, tenemos tres sentidos en una misma imagen; los dos primeros son, por decirlo así, denotados, ya que para existir no implican más que el trabajo de mi percepción, en tanto que ésta se articula de inmediato sobre un léxico el sentido denotado de una palabra es el sentido dado por el diccionario, y el diccionario basta para permitirme leer, según el nivel a que se mueva mi percepción, sean peces o cabezas). Muy diferente es el tercer sentido, el sentido alegórico: para leer la cabeza del Verano o de Calvino, necesito otra cultura además de la del diccionario; necesito una cultura metonímica, que me haga asociar ciertos frutos y no otros) con el Verano, o, aún más sutilmente, el austero horror de un rostro con el puritanismo calvinista; y en el momento en que cambiamos el diccionario de las palabras por una tabla de los sentidos culturales, de las asociaciones de ideas, en resumen, por una enciclopedia de lugares comunes, entramos en el campo infinito de las connotaciones. Las connotaciones de Arcimboldo son simples, son estereotipos. Sin embargo, la connotación abre un proceso de sentido; a partir del sentido alegórico, son posibles otros sentidos, que ya no son culturales, sino que surgen de los movimientos de atracción o repulsión) del cuerpo. Más allá de la percepción y la significación léxica o cultural) se desarrolla todo un mundo de los valores: ante una cabeza compuesta de Arcimboldo, no sólo alcanzo a decir: leo, adivino, encuentro, comprendo sino también: me gusta, no me gusta. La desazón, el espanto, la risa y el deseo entran así en la fiesta.

Roland Barthes, "Archimboldo o El retórico y el mago". En Lo obvio y lo obtuso.

Vallejo / Bachmann / Pizarnik


¿Quién no tiene su vestido azul? / ¿Quién no almuerza y no toma el tranvía, / con su cigarrillo contratado y su dolor de bolsillo? (...) ¿Quién no escribe una carta? / ¿Quién no habla de un asunto muy importante, / muriendo de costumbre y llorando de oído? C. Vallejo

¿Y quién no tiene un amor? / ¿Y quién no goza entre amapolas? / ¿Y quién no posee un fuego, una muerte, / un miedo, algo horrible, / aunque fuere con plumas, / aunque fuere con sonrisas? A. Pizarnik

¿Quién vivía allí? ¿Quién tenía límpidas las manos? / ¿Quién resplandecía en la noche, / fantasma a los fantasmas? (...) ¿Quién pierde la llave de la casa? / ¿Quién no encuentra su cama, quién duerme / sobre los umbrales? I. Bachmann

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Poemas de Oscar Hahn

"Invocación al lenguaje"

Con vos quería hablar, hijo de la grandísima.
Ya me tienes cansado
de tanta esquividad y apartamiento,
con tus significantes y tus significados
y tu látigo húmedo
para tiranizar mi pensamiento.
Ahora te quiero ver, hijo de la grandísima,
porque me marcho al tiro al país de los mudos
y de los sordos y de los sordomudos.
Allí van a arrancarme la lengua de cuajo:
y sus rojas raíces colgantes
serán expuestas adobadas en sal
al azote furibundo del sol.
Con vos quería hablar, hijo de la grandísima.




"Televidente"

Aquí estoy otra vez de vuelta
en mi cuarto de Iowa City

tomo a sorbos mi plato de sopa Campbell
frente al televisor apagado

la pantalla refleja la imagen
de la cuchara entrando en mi boca.

Y soy el aviso comercial de mí mismo
que anuncia nada a nadie.



"Sociedad de consumo"

Caminamos de la mano por el supermercado
entre las filas de cereales y detergentes

Avanzamos de estante en estante
hasta llegar a los tarros de conserva

Examinamos el nuevo producto
anunciado por la televisión

Y de pronto nos miramos a los ojos
y nos sumimos uno en el otro

y nos consumimos

martes, 19 de septiembre de 2017

Pensarlo todo: Deleuze, Gilles

Pensarlo todo: Deleuze, Gilles: Como Jean-Jacques Lecercle advierte en su excelente libro sobre la filosofía y el délire (1), los escritos filosóficos de Gilles ...

El jinete insomne: Jacques Derrida: "En el gesto fundamental de Artau...

El jinete insomne: Jacques Derrida: "En el gesto fundamental de Artau...: El escritor francés Antonin Artaud (1896-1948) llegó a ser durante algún tiempo actor teatral y cinematográfico, pero luego se dedicó a teor...
Virtualmente se nos concede todo, dice, en medio de una especie de liberación obligatoria. Hasta ahora, todo se había ordenado en torno a la tensión entre las necesidades y su satisfacción, entre los deseos y su consecución. Las posibilidades siempre quedaban muy por debajo de las aspiraciones, lo cual configuraba una situación crítica que dio lugar a distintos conflictos históricos. En la actualidad ocurre aproximadamente lo contrario. Las necesidades, los deseos y las aspiraciones ya no están a la altura de las posibilidades que se ofrecen desde el ámbito de la comunicación, la información, la movilidad o el ocio. Aquí es donde se encuentra hoy la verdadera fractura: en la saciedad, en la saturación, en la anticipación de las respuestas a todas las preguntas, en una realidad integral que absorbe todas las veleidades de superación, de sueño o de revuelta, en la precesión de los modelos [10]. Ya no estamos sometidos a la opresión, a la desposesión o a la alienación, sino a la profusión y al tutelaje integral. Es claro que, cuando esta burbuja cultural se acabe desinflando por el pinchazo de la expansión económica, el desarme de la gente –ese “público cautivo” que Baudrillard también ve configurarse en los escenarios del arte contemporáneo– y de su vanguardia marxista tradicional, va a ser completo.

(...)
Ya se sabe, la libertad de expresión es el último opio del pueblo. Así pues, ¿cómo despiertan los que no están dormidos, sino anestesiados por la visibilidad total, por una vigilancia universal que no necesita vigilantes? Baudrillard concluye, remachando su secesión de un pensamiento crítico tradicional en el que incluye, desde Marx, a Foucault y –posiblemente con más dudas– Deleuze: “En el orden de la dominación todavía había lugar para el trabajo histórico de lo negativo. La desaparición de lo negativo inaugura la era de la hegemonía. Desde entonces, en este imperio virtual del bien, en esta positividad total, en esta realidad integral, el pensamiento crítico ya no puede subvertir el sistema desde dentro. Es el fin de las contradicciones, de las relaciones de fuerza: el fin de la violencia revolucionaria”. En otras palabras, para Baudrillard la complicidad de las alternativas progresistas con el sistema es total: ellas son el sistema. Sólo quedan reformas que suavizan y prolongan la agonía, mientras esperamos la implosión del actual orden social desde dentro… y su probable coincidencia con algunas invasiones bárbaras.


Una muerte a tiempo es la eternidad, la única eternidad posible. Pero se da actualmente un pánico cultural a la ruptura, a la decisión, a cualquier cosa que interrumpa el consenso infinito del consumo [27]. Frente a esa posibilidad de la ruptura, nosotros apostamos por el consenso interminable, en definitiva, por la sala de espera que es lo social. Exiliados en la promesa de esta seguridad gregaria, nos mantenemos en una indecisión patética, un enmudecimiento común cuya otra cara es el decisionismodelegado en los medios. Digamos que, en la vida y en el pensamiento, Baudrillard defiende la “acción directa” de la singularidad sin concepto. Reivindica, en este sentido, una buena relación con la violencia, una violencia anómala [28]. Esto no significa defender necesariamente el “paso al acto” espectacular, la violencia desatada que es el pan nuestro de cada día, sino lo que late en el reposo de la existencia. Para empezar, la violencia simbólica de la vida que se detiene, que respira y conspira en secreto, fuera de la velocidad de la transparencia. Al faltar esta violencia anómala del mero existir, Baudrillard insiste en que un odio larvado se extiende por doquier, cebándose en cualquier ente, nación o individuo, que aparezca por fuera de la gigantesca pantalla del control.

De este odio sólo se salva el otro en cuanto víctima, en cuanto se presenta desarmado y pidiendo reconocimiento. Los llamados “pasillos de la solidaridad” son en realidad pasillos de vampirización, pues a través de ellos esta sociedad carnívora, exiliada en la lógica del “cero muertos”, se aprovecha de la energía de los parias del exterior. Todo el sistema de la comunicación tiene una función endogámica y está encaminado a exorcizar el mal, a blanquear el malestar interno [29]. Esto vale incluso para el simulacro de la guerra, que tiene lugar sobre todo en una televisión que gira sobre sí misma, entreteniendo al bienestar occidental al lado de los deportes y muy cerca del reality show generalizado. En nuestro feroz maniqueísmo es necesario siempre colocar el mal fuera, exorcizarlo: convertir la angustia en un mal localizado que se acerca, como diría Heidegger. Así es el mecanismo de la información, funcionando para la consistencia interna del circuito global. Frente a esta lógica incestuosa, Baudrillard se atreve a proponer que pensemos un Bien que solamente consistiera en el asimiento del Mal, no en su exclusión maniquea [30].

Hoy cualquier cosa, incluyendo lo más absurdo, se justifica a la postre en que genera empleo. Pero esto señala justamente la ocupación y el empleo del tiempo como metas finales. En la época imperial de los medios, el fin es que la mediación sea incesante. Y esto confirma que el único objetivo de nuestro nihilismo global es mantener el circuito cerrado de la circulación, el fetichismo de lo Social como mercancía. Denunciar este circuito, el de la información, significa diagnosticar el terrorismo como envés de la transparencia mundial. Existe para Baudrillard un espíritu del terrorismo, una cultura y una política detrás de él, no sólo una causalidad aberrante que lo explica. (...) 
 Lo verdaderamente terrorista, en la cultura del cero muertos, es que alguien durmiente esté dispuesto a dar su vida por algo, por cualquier causa. De ahí el terror generalizado hacia todo lo que no se manifiesta, lo que no se conecta y toma decisiones al margen.

Igual que los cuerpos y las mentes necesitan el roce con un horror externo, todo nuestro sistema necesita en realidad la catástrofe. El orden vigente desea la catástrofe, como se vio en las múltiples premoniciones mediáticas del 11 de septiembre neoyorquino, y necesita un continuo estado de excepción que mantenga una sociedad que, como decía Debord, sólo puede ser apreciada por sus enemigos.  (...)

Se trata, para empezar, del efecto propagador de la información, a su vez terrorista, que el terrorismo conoce muy bien. Justamente las oleadas continuas de pánico, la cultura del riesgo, la hipocondría generalizada proviene en esta sociedad de que lo gigantesco presiente su infinita fragilidad ante lo pequeño, armado con la potencia de una relación afirmativa con la muerte. Eso es lo terrorífico para nosotros, que alguien esté dispuesto a morir. Que algo, libre del canon nihilista, no le tenga miedo a la muerte.

Sobre esta remota y temible posibilidad, nuestra norma es la ideología de la seguridad, el maniqueísmo de la cultura preventiva, de la medicina y la arquitectura preventivas. Exiliados en el limbo de la cobertura técnica, nos condenamos a lo irreparable de cualquier irrupción exterior. Y esto, básicamente, debido a que el confort y la seguridad atraen el accidente como un imán. El terror proviene en realidad del corazón de la obscenidad transparente. Nace de la respuesta fatal del cuerpo físico –cáncer, sida, alergias– y del cuerpo social –crimen, desafección, corrupción– a la promesa de la mediación, de la promiscuidad continua. El globalitarismo de la pantalla integral crea el temor generalizado a un potencial accidente. Un temor completamente justificado, pues hemos perdido la tecnología para lo contingente. Como diría Tiqqun, la frágil positividad de este mundo sólo se alimenta de una suspensión provisional del instante, esa fortaleza vital de la muerte con la que amenaza toda presencia real [31].

Sobre esa naturaleza ignorada, aquí y allí, se asienta lo casi extraterrestre de las urbes, pues parecería que este nuevo mundo está hecho para la publicidad que de él se haría en otro mundo. “Todo es recuperado por la simulación. Los paisajes por la fotografía, las mujeres por el guión sexual, los pensamientos por la escritura, el terrorismo por la moda y los media, los acontecimientos por la televisión. Podríamos preguntarnos si el mundo sólo existe en función de la publicidad que de él pueda hacerse en otro mundo (...) la belleza es creada por la cirugía estética de los cuerpos y la belleza urbana por la cirugía de los espacios verdes y la opinión por la cirugía estética de los sondeos. Institutos especializados enseñan a que los cuerpos aprendan a tocarse. Pero bajo esta simulación planetaria, es palpable la soledad infinita de la gente, su abandono inconcebible a la nada, un poco lo que Hopper trasluce en su mirada.

http://fronterad.com/?q=sacando-tumba-a-baudrillard-signo-politico-atraso

domingo, 17 de septiembre de 2017

¿La producción de lo diferente, voluntad que se quiere a sí misma y va más allá de sí? "Zona ártica", llamaba Deleuze al espacio de indeterminación, desierto que aloja las transformaciones, zona cero en que todavía se puede vivir algo distinto, pensar de otro modo.

Los cuerpos saturados

Los cuerpos saturados: Letras Libres
Hay tres tipos de lector: el que disfruta sin juicio; el que, sin disfrutar, enjuicia, y otro, intermedio, que enjuicia disfrutando y disfruta enjuiciando; éste es el que de verdad reproduce una obra convirtiéndola en algo nuevo.
 Aforismo de Goethe, citado por Jauss, Hans Robert. Experiencia estética y Hermenéutica literaria.

sábado, 16 de septiembre de 2017

Balada del suicidio - Pier Paolo Pasolini

Balada del suicidio
Pier Paolo Pasolini

¡Piedad, piedad!
Vosotros me queréis
muerta y enterrada:
sin voz,
sin gestos,
sin rostro,
sin vida...
que no regrese
–decís vosotros– nunca más
la locura que ella fue,
aquí ¡entre nosotros!
¡Piedad, piedad!
Gente feliz
vosotros me esperáis:
ahorcada,
ahogada,
incendiada,
destrozada...
¿Qué hace ahí
–decís vosotros– si da
sólo rabia, y lo sabe,
aquí entre nosotros?
¡Piedad, piedad!
Gente de bien,
vosotros me teméis:
en mi amor,
en mi vicio,
en mi ardor,
en mi odio...
¿Por qué vive
–decís vosotros– aquí abajo
151
pecadora y tabú,
aquí entre nosotros?
¡Piedad piedad!
Gente normal,
me condenáis:
a temblar,
a odiar,
a ocultarme,
a desaparecer...
El que es diferente
–decís vosotros– no puede
quedarse ni un poco
¡aquí entre nosotros!
¡Piedad, piedad!
Gente en el poder,
vosotros me amenazáis:
con la detención,
con la celda,
con la picota,
con la hoguera...
La pasión
–decís vosotros– no da
más que molestias y ansiedad
¡aquí entre nosotros!
¡Piedad, piedad!
Parecía eterno
mi destino:
de hablar,
de cantar,
de gozar,
de pecar...
Pero sí, pero ¡sí!
Para mí se acabó,
quedaos tranquilos...
Entro en la sombra,
os dejo el mundo...

“Ballata del suicidio”, publicada en Giro a Vuoto, Milán,1960

viernes, 15 de septiembre de 2017

(...) habría un estado del espíritu víctima de la "presencia" (una presencia que no está en modo alguno presente en el sentido del aquí y ahora, es decir, como lo que designan los deícticos de la presentación), un estado del espíritu sin espíritu, que se requiere de éste no para que la materia sea percibida, concebida, dada o captada, sino para que haya algo. Y digo materia para designar lo "que hay", ese quod, porque en ausencia del espíritu activo esta presencia no es nunca y nunca deja de ser otra cosa que timbre, tono, matiz en una u otra de las disposiciones de la sensibilidad, en uno u otro de los sensoria, en una u otra de las posibilidades por las cuales el espíritu es accesible al acontecimiento material, puede ser "tocado" por éste: cualidad singular, incomparable -inolvidable e inmediatamente olvidada -, del grano de una piel o una madera, la fragancia de un aroma, el sabor de una secreción o una carne, así como de un timbre o un matiz. Todos estos términos son intercambiables. Designan todo el acontecimiento de una pasión, de un padecer para el cual el espíritu no habrá sido preparado, que lo habrá desamparado y del que no conserva más que el sentimiento, angustia y júbilo, de una deuda oscura.

Jean-François Lyotard, Lo inhumano.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Es sabido que Borges descuella en el comentario de libros imaginarios. Pero va más allá cuando considera un libro real, por ejemplo Don Quijote, como si fuera un libro imaginario, reproducido por un autor imaginario, Pierre Menard, a quien a su vez considera real. Entonces, la repetición más exacta, la más estricta, tiene como correlato el máximo de diferencia.

La indiferencia tiene dos aspectos: el abismo indiferenciado, la nada negra, el animal indeterminado en el cual todo está disuelto, pero también, la nada blanca, la superficie que retorna a la calma donde flotan las determinaciones no ligadas, como miembros dispersos, cabeza sin cuello, brazos sin hombro, ojos sin frente.

Gilles Deleuze, Diferencia y repetición

domingo, 3 de septiembre de 2017

Maurice Blanchot, "La razón de Sade":
"El crimen es más importante que la lujuria; el crimen de sangre fría es más grande que el crimen ejecutado en el ardor de los sentimientos; pero el crimen "cometido con el endurecimiento de la parte sensitiva", crimen sombrío y secreto, importa más que todo, porque es el acto de un alma que, habiendo destruido todo en ella, ha acumulado una inmensa fuerza, la cual será identificada con el movimiento total de destrucción que prepara. Todos esos grandes libertinos, que no viven sino para el placer, no son grandes sino porque han aniquilado en ellos toda capacidad de placer. Por ello llegan a espantosas anomalías, pues la mediocridad de las voluptuosidades les bastaría. Pero se han vuelto insensibles: pretenden gozar de su insensibilidad, de esa insensibilidad negada y se vuelven feroces. La crueldad no es sino la negación de sí mismo, llevada tan lejos que se transforma en una explosión destructora; la insensibilidad se vuelve estremecimiento de todo el ser, dice Sade; "el alma pasa a una especie de apatía, que pronto se metamorfosea en placeres mil veces más divinos que aquellos que le procurarían sus debilidades".
Comprendemos que en este mundo los principios desempeñan un gran papel. El libertino es "pensativo, concentrado en sí mismo, incapaz de conmoverse por cualquier cosa que pueda suceder". Es solitario, no soporta el ruido ni la risa; nada debe distraerlo; "la apatía, la tranquilidad, el estoicismo, la soledad de sí mismo, he aquí el tono en que le es necesario preparar su alma". Semejante transformación, semejante destrucción de sí mismo no se realiza sin extremas dificultades. Juliette es una especie de Bildunsgrosman, un libro de aprendizaje donde aprendemos a reconocer la lenta formación de un alma enérgica. En apariencia, Juliette es, desde el principio, enteramente depravada. Pero, en realidad, no tiene aún sino ciertas inclinaciones y su cabeza está intacta; le queda por realizar un esfuerzo gigantesco pues, como lo dice Balzac, no está destruido lo que desea. Sade señala que hay en ese trabajo de la apatía momentos muy peligrosos. Sucede por ejemplo, que la insensibilidad coloca al libertino en tal estado de aniquilamiento que puede en ese instante regresar a la moral: se cree endurecido, no es sino debilidad, presa perfectamente preparada para todos los remordimientos; ahora bien, un solo movimiento de virtud, al revalorar el Universo del hombre y de Dios, basta para arruinar todo su poder; por muy alto que esté, se derrumba, y generalmente, esta caída es su muerte. Por el contrario, si en ese estado de aniquilamiento en el cual no siente hacia los peores excesos sino una repugnancia sin gusto, encuentra un último excedente de fuerza para aumentar esta insensibilidad inventando nuevos excesos que le repugnan aún más, entonces pasará del aniquilamiento a la omnipotencia, del endurecimiento a la voluntad más extrema y "agitado por todas partes", gozará soberanamente de sí mismo más allá de todos los límites"
¿No es la ética del psicoanálisis lacaniano, se pregunta  Žižek, una ética del Real, al mantener que no hay que ceder al deseo, dando como ejemplo a Antígona ? ¿ No es el dominio de Bataille de "lo sagrado", de "la parte maldita" lo mismo que la ate de Antígona ? ¿ No es la defensa de lo heterogéneo frente a lo homogéneo ( o lo sagrado frente a lo profano) que hace Bataille lo mismo que defender el encuentro con lo Real frente a los intercambios simbólicos que hace Lacan? 
http://luisroca13.blogspot.cl/2016/04/slavoj-zizek-y-la-etica-de-lo-real.html

Pier Paolo Pasolini . Fragmento epistolar, al muchacho Codignola, de Poesía en forma de rosa

Pier Paolo Pasolini

Fragmento epistolar, al muchacho Codignola, de Poesía en forma de rosa

"Querido muchacho, sí, claro, encontrémonos,
pero no esperes nada de este encuentro.
Si acaso, una nueva desilusión, un nuevo
vacío: de aquellos que hacen bien
a la dignidad narcisista, como un dolor.
A los cuarenta años yo estoy como a los diecisiete.
Frustrados, el de cuarenta y el de diecisiete
pueden, claro, encontrarse, balbuceando
ideas convergentes, sobre problemas
entre los que se abren dos décadas, toda una vida,
y que, sin embargo, aparentemente son los mismos.
Hasta que una palabra, salida de las gargantas inseguras,
aridecida de llanto y deseo de estar solos,
revela su irremediable diferencia.
Y, además, tendré que hacer de poeta
padre, y entonces me replegaré sobre la ironía,
que te incomodará: al ser el de cuarenta
más alegre y joven que el de diecisiete,
él, ya dueño de la vida.
Más allá de esta apariencia, de este aspecto,
no tengo nada que decirte.
Soy avaro, lo poco que poseo
me lo guardo apretado en el corazón diabólico.
Y los dos palmos de piel entre pómulo y mentón,
bajo la boca torcida a furia de sonrisas
de timidez, y los ojos que han perdido
su dulzura, como un higo agrio,
te parecerían el retrato
precisamente de esa madurez que te hace daño,
madurez no fraterna. ¿De qué puede servirte
un coetáneo, simplemente entristecido
en la delgadez que le devora la carne?
Cuanto ha dado ya lo ha dado, el resto
es árida piedad. "

lunes, 28 de agosto de 2017

Las partes del cuerpo filmadas en primer plano surten el efecto de parecer órganos sexuales: “El primer plano de una cara es tan obsceno como el de un sexo. Es un sexo. Cualquier imagen, cualquier forma, cualquier parte del cuerpo vista de cerca es un sexo” (Baudrillard, El otro por él mismo).
https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-11320-2016-03-08.html

viernes, 25 de agosto de 2017

 “al menos en el punto de partida de la lectura, hay algo vertiginoso que se parece al movimiento irrazonable por el cual queremos abrir a la vida los ojos ya cerrados; movimiento vinculado al deseo que, como la inspiración, es un salto, un salto infinito: quiero leer aquello que, sin embargo, no está escrito”
Maurice Blanchot: El espacio literario

Estar con quien se ama y pensar en otra cosa: es de esta manera que tengo los mejores pensamientos, que invento lo mejor y más adecuado para mi trabajo. Ocurre lo mismo con el texto: produce en mí el mejor placer si llega a hacerse escuchar indirectamente, si leyéndolo me siento llevado a levantar la cabeza a menudo, a escuchar otra cosa. No estoy necesariamente cautivado por el texto de placer; puede ser un acto sutil, complejo, sostenido, casi imprevisto: movimiento brusco de la cabeza como el de un pájaro que no oye nada de lo que escuchamos, que escucha lo que nosotros no oímos.
Roland Barthes: El placer del texto

¿De qué hablamos cuando hablamos de literatura?

Eagleton no habla de literatura, sino de los discursos que giran alrededor del hecho literario, de lo que hablamos cuando hablamos de literatura.
Desde este punto de vista el libro resalta tres líneas divisorias, tres fronteras cuyo límite es necesario repensar. En primer lugar, la diferencia entre teoría y filosofía de la literatura. En segundo, los criterios que comúnmente se utilizan para definir lo literario. Por último, el análisis de las teorías literarias modernas con el objetivo de proponer un concepto en común. Todo esto en trescientas páginas.
De esta organización resulta una paradoja que puede resumirse con el más pop de todos los ejemplos del libro: si en la realidad Larry David es uno de los creadores de Seinfeld, pero al mismo tiempo su personaje en la serie Curb your enthusiasm es uno de los creadores de Seinfeld, ¿entonces qué es la ficción?
Pero la ficción como categoría es solo uno de los criterios para definir “lo literario” que Eagleton analiza. También están el moral (eso que da un punto de vista significante sobre la experiencia humana), el lingüístico (un tratamiento particular del lenguaje), el no pragmático (en oposición a la utilidad de la lista del supermercado, por ejemplo) y el normativo (el canon). Nada de esto es invención del autor, estas categorías informan tanto el discurso académico como la concepción popular de la literatura. Este es otro mérito: Eagleton incluye estas categorías desde el punto de vista empírico y no teórico, aprovecha los tópicos y el lugar común para crear un discurso propio. Eagleton lo incluye todo, incluso el estereotipo del académico de vieja –y nueva– escuela que reniega de las teorías modernas, como si hablar de un oxímoron, una hipálage o de personajes y espacios no incluyera cimiento teórico, aunque ya completamente naturalizado.
¿De qué hablamos cuando hablamos de literatura?: Letras Libres

George Steiner

La afirmación de que el sentido tiene un sentido, de que el texto o la obra de arte quieren ser inteligibles, de que hay ciertos límites -es el punto clave- a la diversidad de las interpretaciones recibibles, de que los desacuerdos y subjetividades inevitables en una lectura tienden hacia la posibilidad de un consenso, de un textus receptus como dicen los «amantes del Verbo» que son los filólogos, esa afirmación siempre ha sido y siempre será una apuesta. Una especie de apuesta pascaliana frente a lo que en definitiva -ahí es donde la desconstrucción es formalmente irrefutable- no se puede probar. Es posible, en efecto, que el demonio imaginado por Descartes sea dueño de un universo perfectamente absurdo, in-sensato, mentiroso. De un universo en que toda lectura (y percepción) no puede ser sino falsa lectura ya que no puede haber correspondencia, por polivalente, por momentáneamente opaca que fuera, entre las palabras y las cosas. Esta posibilidad subsiste como subsiste el mundo del alucinado, del esquizofrénico. Tiene el atractivo de un último vértigo. También tiene su irresponsabilidad política básica y las veleidades de lo inhumano. Por añadidura, no hay nada más apagado, más aburrido para el zoon phonoun, «el animal que habla», el hombre, que un mundo con el sentido desconstruido. Es la pasión por lo inteligible -homo sapiens- lo que hace más o menos soportable nuestra condición biológica, que es la de la mortalidad y que constituye lo que nos queda de dignidad. Querer entender, hacer una buena lectura, ¿no es querer ser libre?

https://bibliotecaignoria.blogspot.cl/2008/03/george-steiner-una-lectura-bien-hecha.html

El préstamo es la ley: Foucault, Las meninas.

El préstamo es la ley: Foucault, Las meninas.: Foucault, Las palabras y las cosas, © 1968, Siglo XXI Editores, S.A. de C.V. Traducción de Elsa cecilia Frost. pp. 13-25. LAS MENINAS...

Literatura y Biopolítica: ALGUNOS SOBRE MICHEL FOUCAULT...

Literatura y Biopolítica: ALGUNOS SOBRE MICHEL FOUCAULT...: ROLAND BARTHES (1961), “Por ambas partes” (sobre Historia de la locura), R. BARTHES, Ensayos críticos , Seix Barral, Buenos Aires, 2003, pp....

La conversación como género literario

El diálogo cuestiona nuestras certezas, nos hace detenernos, descubrir los agujeros de nuestros posicionamientos; es entonces que los reformulamos, los ajustamos, nos despojamos y continuamos con aquello que después de la prueba, a pesar de todo, se ha mantenido válido. En términos teóricos, la conversación es aquella cosa que Paul Ricoeur llamó la tercera mímesis y que es el mecanismo mediante el cual se refigura lo dicho, aquello que impide la cristalización. Cristalización que, peligrosa, conduce a la alienación y, finalmente, en los casos más extremos, a violentas guerras.



La conversación como género literario: La conversación aguerrida es, para algunos, una condición necesaria para la amistad: una prueba a superar y una práctica en la cual insistir.