domingo, 9 de julio de 2017

Las apariciones desdeñadas
René Char

Las civilizaciones son sebos. La Historia fracasa, a falta de Dios ya no franquea Dios nuestros muros recelosos, el hombre bufa al oído del hombre, el Tiempo se extravía, la fisión está en marcha. ¿Y qué más?

La ciencia no puede proporcionar al hombre devastado más que un faro ciego, el arma de una derrota, herramientas sin leyenda. Y al más demente: el silbato para maniobras.

Aquellos que impusieron lo eterno como compensación, tal finalidad triunfal de lo temporal, no eran sino carceleros transitorios. No supieron descubrir la naturaleza trágica, discontinua, saqueadora y como en suspenso de los humanos.

Luz que se pudre, no sería la oscuridad la peor condición.

No había más que media libertad. Tal era la concesión extrema. Media libertad para el hombre en movimiento. Media libertad para el insecto que duerme y aguarda en la crisálida. Fantasma, recuerdo apenas, la libertad del motín. La libertad estaba en la cima de una masa de disimuladas obediencias y de convenciones aceptadas bajo la apariencia de un autoengaño irreprochable.

La libertad se encuentra en el corazón de quien nunca ha cesado de quererla, de soñarla, de quien la ganó contra el crimen.



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