domingo, 24 de junio de 2018

Según un sociólogo de la cultura de la categoría de Michael Löwy, estamos ante una pièce unique en la bibliografía del joven Marx. Este corto y olvidado texto reescrito en su exilio en Bruselas, al mismo tiempo traducción y adaptación, publicado en alemán en una revista revolucionaria en 1846, es uno de los más poderosos argumentos contra la opresión de las mujeres jamás publicado. A partir de los datos detallados de un gran estadístico francés, Jacques Peuchet, Marx ilustra los aspectos anómalos, desnaturalizados y contradictorios de la vida moderna, de la existencia bajo el Capital, de la alienación que nos lleva al suicidio, y que afecta no sólo a las clases desposeídas, sino a todas las esferas y manifestaciones de las relaciones humanas. Incluso hoy en día estas historias se nos presentan con una descarnada actualidad. Marx y Peuchet nos hablan del Patriarcado, de la tiranía familiar, de la violencia de género, pulsiones que sobreviven a la Revolución francesa, que empujan a los más débiles y a los más dignos a cometer el suicidio como salida desesperada. Es una de las pocas veces que Marx tratará el tema de la opresión femenina públicamente. El artículo es una crítica a la vida cotidiana burguesa, una poderosa descripción de la alienación, el extrañamiento entre las personas y un alegato sobre el amplio y universal objetivo emancipador del auténtico Comunismo. 

El griego clásico consideraba que si se sufre de algo, es necesario que exista un objeto para que ese sufrimiento exista. El sujeto de las sociedades posmodernas simplemente sufre, quizá porque él mismo ha internalizado que es el objeto verídico de su sufrimiento. Sufrimiento perpetuo y sin objeto, acompañado de depresión: una via regia al suicidio. Fue el abate Desfontaines en el siglo XVIII el primero que empleó el término suicidie (sui– sí mismo y cidius– matar). Séneca elogiaba el suicido heroico como glorioso y memorable (el gran modelo era Catón en su clásico memento mori) y en su bella prosa llamaba al suicida “el vengador de sí mismo”. La muerte, entiéndase la muerte voluntaria o aceptada en pleno conocimiento de causa, era para Hegel la manifestación de la suprema libertad, por lo menos de la libertad “abstracta” del individuo irremediablemente aislado. Si el hombre no pudiera matarse sin “necesidad” no sería hombre. Ser hombre es poder y saber morir. El hombre es un ser suicida, o por lo menos capaz de suicidarse, poseedor de la “Fähigkeit des Todes”. La propia dialéctica del Amo y el Esclavo, donde hay muerte y lucha por el reconocimiento, abre la posibilidad de angustia y suicidio: riesgo voluntario de y sobre la propia vida.
La depresión resiste en nuestros días a las diferentes facetas del malestar íntimo. La depresión es una zona mórbida, reveladora de las mutaciones de la individualidad en la sociedad del posfordismo, privilegiada para comprender el sujeto o su crisis. La depresión es la tragedia de la insuficiencia, es la sombra familiar del hombre o la mujer sin guía, fatigado de emprender su marcha al futuro apoyado solamente en su egoísmo y tentado de sostenerse (si puede lograrlo) hasta la compulsión por los productos, la costumbre o los comportamientos. La figura del anti-sujeto tiene hoy dos caras en la cultura posmoderna de la intimidad: el drogadicto y el fracasado. 
El texto de Marx sobre el suicidio es curioso por muchas razones. Es la primera y última vez que tratará el tema de la opresión de género y la tiranía del pater y mater en la familia burguesa. Segundo, se observan importantes iluminaciones sobre el problema de género y la crítica a la alienación en el entonces “joven-joven” Marx. El texto se concentra sobre la opresión doble (económica y familiar) de la mujer en la Francia burguesa (de los cuatro casos de suicidio que considera, tres son protagonizados por mujeres). Tercero, es una prueba concreta del influjo en la propia evolución de Marx de los “jóvenes hegelianos”, en especial del primer socialista alemán de la época, Moritz (Moses) Hess (el editor, junto con Engels, de la “Gesellschaftsspiele”). Cuarto, podemos ver finalmente la metamorfosis de Marx en el ambiente obrero y socialista de París en la década de 1840, es decir, nuevamente el papel de la emigración en la mutación radical de su pensamiento. Cinco y último, el texto en sí mismo es muy curioso, ya que se trata casi de un Memoranda, un montaje, en el cual Marx traduce y comenta a Peuchet. No puede hablarse de un artículo de Marx, sino de una presentación y traducción selectiva. 
https://www.google.cl/amp/s/marxismocritico.com/2012/11/07/sobre-el-suicidio-karl-marx/amp/

Un sondeo de todos estos textos revela que la psiquiatría crítica cubre fundamentalmente cinco temas: el problema del diagnóstico en la psiquiatría; el problema de la evidencia en la medicina psiquiátrica y los vínculos que existen entre la industria farmacológica y la psiquiatría; el lugar central que tienen los contextos y significados en la teoría y la práctica de la psiquiatría así como el rol que juegan los contextos dentro de los cuales trabajan los psiquiatras; los problemas de la coerción asociados a la psiquiatría; y la base histórica y filosófica del conocimiento y la práctica psiquiátrica. (...)
Finalmente, a nivel conceptual, estos problemas pueden entenderse en términos de tres problemas filosóficos clave: la naturaleza del conocimiento y las diferentes formas de acceder a éste (la epistemología), la naturaleza de la relación cuerpo y mente, y la relación entre la mente y el mundo, en particular el mundo social.
https://discapacidades.nexos.com.mx/?p=113

jueves, 21 de junio de 2018

¿Y si la realidad se disolviera bajo nuestros ojos? No en la nada, sino en lo más real que lo real (¿el triunfo de los simulacros?). ¿Si el universo moderno de la comunicación, de la hipercomunicación, nos hubiera sumido no en lo insensato, sino en una enorme saturación de sentido, consumiéndose con su éxito; sin juego, sin secreto, sin distancia? ¿Si toda publicidad fuera la apología no de un producto, sino de la publicidad? ¿Si la información no remitiera ya aun acontecimiento , sino a la promoción de la propia información como acontecimiento ? ¿Si la Historia no fuera más que una memoria sin pasado, acumulativa a instantánea? ¿Si nuestra sociedad ya no fuera la del "espectáculo", como se decía en el 68, sino, más cínicamente, la de la ceremonia? ¿ Si la política no fuera más que un continente cada vez más periclitado, sustituido por el vértigo del terrorismo, de la toma de rehenes generalizada, es decir, la figura misma del intercambio imposible? ¿Si toda esta mutación no dependiera, como creen algunos, de una manipulación de los sujetos y las opiniones, sino de una lógica sin sujeto en la que la opinión se desvanecería en la fascinación? ¿Si la pornografía significara el fin de lo sexual como tal, a partir del momento en que lo sexual, bajo la forma de lo obsceno, lo ha invadido todo? ¿Si la seducción sucediera al deseo y al amor, es decir, también allí el reino del objeto al del sujeto? ¿Si de repente la estrategia sustituyera ala psicología? ¿Si ya no se tratara de oponer la verdad a la ilusión, sino de percibir la ilusión generalizada como más verdadero que lo verdadero? ¿Si ya no hubiera otro comportamiento posible que el de aprender, irónicamente, a desaparecer? ¿Si ya no hubieran más fracturas, líneas de fuga y rupturas, sino una superficie plena y continua, sin profundidad, ininterrumpida? ¿Y si todo ello no fuera entusiasmante ni desesperante, sino fatal?

Jean Baudrillard, El otro por sí mismo.